Las ideas hacían cola para salir y necesitaba una libreta para irlas numerando y organizando. Esa libreta actualmente ya no tiene espacio donde seguir apuntando. Cada rincón de sus hojas están ocupadas con croquis y descripciones de experiencias ya pasadas o que podrían pasar.
Aunque hubo etapas en las que no pinté (que no fueron largas), no he parado de contar historias mezclado pintura con madera, papel de diferentes texturas, cartón, fieltro y cualquier cosa que cayera en mis manos.
En estos cuatro
años he conseguido dejarme llevar por mis sensaciones e ir perdiendo el miedo a
estropear el lienzo. Y ese miedo ya inexistente ha dejado de lado los lápices
de colores y la acuarela infantil dando paso a las acuarelas profesionales y los
tubos de pintura acrílica. Me atrevo a mezclar colores para conseguir expresar lo que ronda por mi cabeza.
Cuadro a cuadro fui evolucionando, esa evolución fue lo que me hizo sentir que algunos de los primeros cuadros que había hecho estaban inacabados. Necesitaba definir y concretar contar correctamente el relato que quería expresar y así empecé sin proponérmelo a superponer lienzos.
Los cuadros que sufrieron una transformación:
y en esta ocasión, sin olvidar colocar mi peculiar firma...
